Hola,
Que ya no aguanto más. Si no escribo, reviento. Si soy una pesada, no me leáis. Pero no sé si es porque es de lo poco que aún es gratis , tengo adición a la escritura. Y aquí que no se gasta ni la punta del lápiz, pues eso, lo que comentaba con Ernesto: a mi se me ocurren cien cosas para contar pero como ya me las se yo.... pues las escribo encantada para vosotros.
Me ha gustado mucho tu comentario Pepe Alonso y ahora, con ese detallito que has puesto, puedo decir que me parece que sí me acuerdo de ti o de alguien al que le pasaba por aquel entonces algo parecido y no ha dicho nada. Seguro que no eras el único, pero te honra haberlo explicado. En casa mi hermano Benito comentó lo de venir de caza. . Lo malo es que ese día había cogido una liebre camino de la escuela. ¡Se rieron mucho!. Yo, tan ingenua como siempre, me quedé seria. Porque no lo pillé. Cuando lo hice, que tardé un buen rato, me distes pena y pensaba en cómo te habrían quedado las rodillas. Me imaginaba a tu madre poniéndote mercromina cuando volvieras a caza. En ese momento aprovechaban, con la disculpa, para que no se infectara, intencionadamente, hacerte daño. No creo que lo hicieran para disfrutar en medio más bien creo que era para que no volvieras por allí para ahorrar en mercromina. Una vez me curó el practicante de una herida mucho más grande y no me hizo nada de daño. Sería por que esa sustancia que te dejaba como un Cristo aunque no te hubieras hecho nada, la pagaba la Hidro. No sé si no entendí lo de la liebre que pillastes por ser antes del día de la Hispanidad que es cuando se abre la veda o es que tú cazabas todo el año, asumiento la denuncia que te podían poner los guardias DEL SALTO , al fin y al cabo, como las liebres luego se las vendías a Lucre el de la cantina y su hermana hacía un montón de raciones para cuando iban los hombres a tomarse un chato de vino después de la larga jornada laboral y ha escuchar el partido, no te importaba. Mira por donde, ahora ya sabemos quién era el cazador furtivo. Allí iban los hombres a pasar su merecido rato de ocio.
Otro día, por no enrollarme más y para que me sigáis leyendo, os explico cómo los hombres entregaban el sobre íntegro a sus mujeres y, además le sobraban cinco duros para ir todo el mes a la cantina. ¡Aquellos hombres eran unos santos, Dios mio!. ¿Se producía el milagro de los panes y los peces?. Hay que generar un poquito de intriga para que te sigan leyendo. Hay técnicas para crear adiptos a la lectura, ¿verdad D Miguel?.
Lo siento, tengo que dejar sitio a los demás que se mueren de ganas para explicarnos más cosas en el fin de semana.
Paquita Martos