Carta de Mª Jose Carvajal (huérfana del Salto) a su padre. 50 aniversario. Le ayudé un poco. El mérito es suyo.
Carta al padre que no conocí
Quiero escribirte una carta, papá. Bueno, a ti y a todos los que te acompañaron en tu último viaje, aquella trágica mañana de otoño. Cada día de mi vida he pensado en esa triste jornada, en cómo podía haber cambiado nuestras vidas si aquel día no hubieras ido a trabajar, si hubieras estado enfermo o hubieras estado en otro lugar, en cualquier lugar, pero lejos de aquel maldito canal que iba a convertirse en tu improvisado sepulcro aquella mañana. El tuyo y el de otros muchos que, como tú, acudíais a trabajar cada día conscientes del peligro que os rodeaba continuamente.
Hoy ,50 años después, “comprendo” que no fue tu elección abandonarnos. Durante años me sentí enfadada contigo, no entendía porque nos habías dejado solas ante la vida. El mundo me parecía un sitio demasiado peligroso para nosotras. Mi madre solo tenía 29 años y tuvo que ser muy, muy valiente para marcharse del pueblo a Zaragoza con dos niñas pequeñas en busca de un futuro más esperanzador. Yo apenas tenía 4 meses cuando te fuiste y mi hermana 4 años. No te conocí y, sin embargo, siempre estuviste presidiendo nuestras vidas desde aquel cuadro que mamá mando pintar después del accidente, donde estábamos, nosotras tres y tu, pintados entre nubes del cielo, aquel cuadro… que siempre estuvo colgado en el salón de casa. Esa fue mi única imagen de tu persona.
Comprendo, aunque no acepto, vuestra marcha. Entiendo que los seres humanos nos equivocamos, pero no acepto que alguien, tenga en sus manos la vida de tanta gente y no pusiera todos los medios posibles a su alcance, para asegurarse que no corríais ningún peligro. No acepto que alguien, sea quien sea, pueda “jugar” con el destino de tantas y tantas personas como sufrimos aquel terrible accidente.
Imagino que al igual que yo, otros huérfanos del Salto, se habrán preguntado muchas veces si los responsables de aquella negligencia habrán sido capaces de dormir por la noche con más de 70 cadáveres en su conciencia, con la incertidumbre de más de 70 viudas llenas de amargura intentando buscarse la vida para criar a sus hijos, con más de 70 madres llorando la pérdida de unos hijos llenos de vida que ya no podrían volver a abrazar jamás. Porque la Justicia fue más ciega que nunca ante lo sucedido: no hubo culpables y todo se entendió como fruto de un accidente casual. Pero no creo en las casualidades y sí en las causalidades. Hoy es día de memoria, sí, pero también de recordar al mundo entero que no nos resignamos a desconocer la verdad de lo ocurrido y pedir responsabilidades a quien corresponda.
Porque ¿A cuántos niños nos dilapidó la vida aquel accidente? Porque los niños que quedamos huérfanos aquella mañana tuvimos que aprender a convivir con la tristeza. Los niños de aquella tragedia pensábamos que todas las mamás del mundo lloraban por las noches cuando creían dormidos a sus hijos, aquellos niños creíamos que los vestidos negros de nuestras madres y abuelas eran como el uniforme de nuestros colegios. Algo… que no podía ser de otro modo.
Aquella mañana cuando enmudecieron de golpe vuestras voces, cuando el latido de vuestros corazones se detuvo para siempre en nuestras casas se instalo el silencio y el llanto cubrió cada minuto e instante de vuestra ausencia. El dolor, la rabia, la impotencia y muchas cosas más que no quiero nombrar se alojaron, por y para siempre, en cada rincón de nuestra existencia.
Hoy, que yo soy madre, entiendo la tristeza que reflejaban los ojos de la tuya. La abuela Juana había enterrado a tu hermano Pepe, tres años antes en otro accidente. Sé que entonces pensasteis en dejar la presa el tío y tú, pero había poco trabajo y el poco que había era en el campo o con animales, muchas horas y poco dinero. Así es que… volvisteis allí.
Aquel fatídico 22 de Octubre de 1965 la Presa aun iba a robarle a la abuela los dos varones que le quedaban. El tío Manolo y tú dejaríais también vuestras vidas en aquel detestable Salto. Aún así la vida le guardaba otro mal trago, enterrar a tu hermana, que perdió la cabeza por vuestra trágica ausencia, y tener que sacar adelante a mis tres primos, que quedaron huérfanos. La abuela Juana fue una mujer fuerte y valiente.
Creo que, en general, los niños de aquella catástrofe debemos todo o casi todo lo que hoy somos a nuestros abuelos porque algunos perdimos pronto a nuestras madres y fueron ellos los que nos sacaron adelante con mucho amor y dedicación. Cuando mamá se fue a tu encuentro yo tenía 7 años y mi hermana 11. Fueron sus padres, la abuela Pilar y el abuelo Agustín quienes lucharían por nosotras hasta su último aliento de vida.
Quiero que sepas, papá, que los niños, vuestros niños, siguen luchando 50 años después de la tragedia para que nadie olvide vuestra marcha, para que vuestros nietos y biznietos sepan la historia, la impresionante historia que os toco vivir. Para que sepan que fuisteis unos hombres buenos y trabajadores a los que las aguas del Tajo arrastraron sin piedad hasta dejaros sin vida.
Creo, papá, que podéis estar orgullosos de nosotros, pues hemos llegado a ser personas de bien, hombres y mujeres que hemos sabido superar y crecer sin olvidar aquel accidente, que marcaria a fuego en nuestras almas aquella terrible fecha y quiero decirte, papá, que los niños del accidente y algunos supervivientes estaremos juntos en vuestro 50 aniversario para recordaros y homenajearos con todo el amor y cariño que vosotros os merecéis.
Con cariño, tu hija que te quiere y nunca jamás te olvida…
Mª José Carvajal