¡Hola amigos! Quiero felicitar a todo aquel que haya colaborado de alguna manera en conseguir los permisos para la construcción de ese monolito, y animarlos a seguir adelante para su pronta construcción, que es justa para todos los que perdieron su vida en los accidentes del salto y necesaria para todos los que allí vivimos y no queremos olvidarlos.
22 de octubre de 1965, ese día mi hermana cumplía 11 años; Todos los meses la empresa ponía un autobús para ir a Plasencia, así las mujeres podían ir de compras, de cosas que no encontraban en el salto. Mi madre nos llevaba cada mes a una, ese mes me tocó a mí, porque así comprábamos regalos para mi hermana. Salimos a las 7 de la mañana, no había amanecido y había mucha niebla, en la penúltima recta antes de llegar a Plasencia, 2 policías en moto nos dieron el alto, hicieron bajar al conductor, hablaron un rato y después subieron los tres. Uno de los policías nos dijo que la presa se había roto y que el agua se había levado todo por delante, que creían que también se había llevado los poblados y que debíamos dar la vuelta y volver al salto. Todo el autobús comenzó a llorar, nadie se movió de su asiento y el autobús dio la vuelta.
Durante el viaje de regreso reinó el silencio, ningún comentario, ninguna palabra solo llantos. Según nos acercábamos al salto, el corazón se aceleraba, yo lloraba desconsolada, con la cabeza escondida en el regazo de mi madre, rezaba para encontrar con vida a mi padre y hermana. Por fin llegamos cerca del puente Cardenal, esa curva en la que ya se veía la presa y los poblados.
Allí estaban, no se los había llevado el agua, de repente cesaron los llantos, quedamos estupefactos, la visión era horrorosa, el río arrastraba grúas, camiones, hierros, maderas, de todo, como si fueran de juguete y por supuesto y aunque no los veíamos, hombres.
Fue angustiosa cruzar el puente e ir por la carretera junto al río hasta llegar al poblado. Allí pudimos abrazar a nuestros familiares, y aunque los nuestros estaban bien, la angustia no desapareció. Solo podíamos pensar en aquellos que el río se llevó.
Ahora pienso que si aquellos policías pensaban que los poblados habían desaparecido, ¿para que nos hicieron volver?, si hubiera sido cierto ¿que habríamos hecho al llegar?
Aquel día y los siguientes están grabados en mi mente con todo lujo de detalles. También aquel grandísimo chorro de agua que salía de la presa junto a la montaña, chocaba contra ella y caía al río. Aun oigo su sonido, que no paró ni de día ni de noche.
Mª Carmen la valenciana.